Por: Kevin Ivan Perez Rivero* / kevanpr@hotmail.com
Ante las constantes amenazas socio-económicas que Bolivia está afrontando actualmente, desde el desempleo al escaseo de divisas, el turismo resurgió como una propuesta para solucionar dichas amenazas, con un aumento gradual considerable en la cantidad de turistas que visitan el país, de casi el 49 % en el 2023 en comparación a la gestión anterior, y un crecimiento del 300% en comparación al año de pandemia, 2020. Por lo que resulta tentador, apegarse a este sector en crecimiento y que en Bolivia aún se encuentra en una etapa pueril con respecto a la región de América Latina.
Bolivia es un país tremendamente rico tanto a nivel cultural y natural. Bolivia cuenta con 83 de los 104 ecosistemas que se encuentran a nivel mundial. También posee más de 12 zonas fisiográficas que se pueden observar de viajar de una región a otra. A nivel cultural, se cree que existen más de 35 000 sitios arqueológicos en el territorio nacional, desde la región amazónica a la región altiplánica.
Como se puede observar en el cuadro anterior, se puede observar el crecimiento exponencial de la cantidad de turistas internacionales. El turista internacional comprende lo que es el turismo receptivo, turistas extranjeros que hacen turismo dentro del país, y el turismo emisivo, que es el turista boliviano que realiza turismo en el extranjero.
Las buenas noticias continuarían para el pueblo boliviano a inicios del año 2024, con un primer bimestre con un crecimiento de turistas mayor al de la gestión de 2023, cabe destacar que los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística del año 2024 son preliminares, sin embargo, son datos de alta significancia para los actores en la cadena de valor turístico.
Sin embargo, la creciente crisis social, teñida por los constantes bloqueos, paros, marchas, que obviamente, no sólo afectan a la libre realización del turismo, sino también, a otros sectores económicos del país, es un “cáncer” que afecta directamente a la sustentabilidad de la actividad turística. Según el CONOCE Bolivia, una instancia dependiente del Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía plural, el país presenta una pérdida de $ 7 millones por día, en la época alta del turismo, que comprende entre mayo a agosto y entre noviembre a febrero, a causa de estos conflictos sociales, que tristemente se volvió pan de cada día para los bolivianos. Este impacto se observa principalmente en el turismo interior, que comprende el turismo interno, que es el boliviano viajando regionalmente dentro del mismo país y el turismo receptivo.
Otro de los hechos actuales que afectó desde ya a la actividad turística, es el llamado Golpe de Estado, dado por el general Zuñiga al presidente Luis Arce el pasado 26 de junio, que desde un principio alertó a las embajadas dentro del país, que, inmediatamente dieron un aviso a los habitantes de sus respectivos países, concluyendo en la cancelación del 20% de reservas de turistas extranjeros a Bolivia, según la Cámara nacional de Turismo (CANOTUR). Todos aquellos turistas que se retractaron en las reservas de sus viajes a nuestro país, tienen un impacto psicológico en otros turistas, ya que el turismo posee como uno de sus principales medios de difusión el llamado “boca a boca”, lo que podría generar una desconfianza general en Bolivia, y en el futuro a corto plazo.
Por lo tanto, por más que existan muchos incentivos al turismo nacional, dados principalmente por instancias internacionales, como la cooperación italiana, la CAF, la Oficina de Cooperación Española, entre otros, mientras no se establezcan políticas, leyes o instrumentos que prevean y solucionen estos conflictos sociales, la actividad turística se verá profundamente afectada, dificultando el crecimiento de una de las actividades más multisectoriales en la actualidad y que posibilita a una sociedad a un crecimiento sostenible constante, con la creación de empleos, la conservación del medio ambiente, la protección del patrimonio natural y cultural, el fortalecimiento de la infraestructura nacional
*El autor es asistente de investigación del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social – CERES