Por: Lucia Fernanda García Encinas[*]
En Bolivia, a pesar de los avances en la educación y la creciente participación de las mujeres en el mercado laboral, su representación en roles de liderazgo sigue siendo preocupantemente baja. Esta disparidad no solo refleja una injusticia social, sino que también limita el potencial económico del país.
Entre 2019 y 2022, la proporción de mujeres con educación superior en Bolivia creció del 28,49% al 32,56%, mientras que la de los hombres aumentó ligeramente del 32,22% al 32,96% (INE, 2023). Este avance es particularmente notable en departamentos como Tarija y Cochabamba, donde la mayoría de las mujeres poseen estudios superiores, en contraste con Potosí, Pando y Beni, que tienen las tasas más bajas. Este aumento en la formación académica ha fortalecido la participación de las mujeres en el mercado laboral, alcanzando un 74,7% de la población activa femenina en 2022, superando al 72,2% de los hombres (INE, 2023).
Por ejemplo en caso de cargos directivos, a pesar de estar más capacitadas que antes y ser más activas que los varones en el mercado laboral, la representación de mujeres en cargos directivos sigue siendo significativamente inferior a la de los hombres. En 2019, solo el 28,49% de los puestos directivos superiores y medios estaban ocupados por mujeres, una cifra que aumentó marginalmente al 29,98% en 2022 (INE, 2023). Esta desigualdad plantea la pregunta: ¿por qué, a pesar de su mayor participación en la formación y el trabajo, las mujeres siguen estando subrepresentadas en los roles de liderazgo?
Uno de los principales obstáculos es el «techo de cristal», una barrera invisible que impide que las mujeres asciendan a roles de mayor responsabilidad, a menudo debido a la carga adicional de trabajo doméstico y de cuidado que asumen, incluso cuando tienen un empleo remunerado a tiempo completo. Este desequilibrio en las responsabilidades limita su capacidad para trabajar horas extra, estar disponibles fuera del horario laboral y participar en redes profesionales, factores críticos para el ascenso en sus carreras. En promedio, los hombres en Bolivia trabajan 205,77 horas al mes, mientras que las mujeres trabajan 175,32 horas, destacando la brecha en el tiempo dedicado al trabajo remunerado (INE, 2023).
Otro factor es la «pared de cristal», que se refiere a la segregación ocupacional que restringe a las mujeres en roles directivos a funciones de apoyo administrativo, como recursos humanos, finanzas y administración. Estos roles, aunque importantes, suelen tener menos poder de decisión y menos oportunidades para realizar aportaciones estratégicas, lo que limita las posibilidades de ascenso a cargos de mayor influencia. Por otro lado, los hombres predominan en áreas consideradas estratégicas, que son más propensas a conducir a posiciones de toma de decisiones a niveles superiores (Eagly & Carli, 2007).
Para abordar estas barreras, es crucial implementar políticas que promuevan un entorno laboral más equitativo. Medidas como el horario flexible, el trabajo a distancia y los programas de reincorporación al trabajo son esenciales para que las mujeres no se vean en desventaja debido a sus responsabilidades domésticas. Estas políticas no solo benefician a las trabajadoras, sino que también mejoran la productividad y reducen el estrés laboral en general, fomentando una sostenibilidad a largo plazo en las organizaciones (OIT, 2021). Aunque estas políticas no resolverán por completo la desigualdad de género, representan un paso fundamental hacia la creación de un entorno laboral más inclusivo y equitativo.
Referencias
Eagly, A. H., & Carli, L. L. (2007). Through the labyrinth: The truth about how women become leaders. Harvard Business Press.
Instituto Nacional de Estadística (INE). (2023). Estadísticas de género en Bolivia 2022. INE.
International Labour Organization (ILO). (2021). World employment and social outlook: Trends 2021. ILO.
[*] Actualmente investigador asociado CERES