Plurinacionalidad Boliviana

Plurinacionalidad Boliviana

Por: Pedro Andrés Badrán León[1]

Al cumplir catorce años del Estado Plurinacional en su contexto de “proceso de cambio” del estado republicano previo, y puesto que la semana pasada nos dejó uno de los pensadores más importantes del plurinacionalismo boliviano, resulta prudente hacer una reflexión en retrospectiva de lo acontecido en el territorio conocido como Bolivia. Y es que antes como república y ahora como estado plurinacional, creo que es fundamental entender que somos Bolivia, conocer nuestra historia y reconocernos en ella, pero más fundamental aún, reconocernos entre bolivianos.

Cuando era promulgada la nueva constitución política del Estado Plurinacional de Bolivia, con todos sus bemoles, traslado de sede, corrección del texto de la asamblea constituyente por parte del congreso, aprobación entre gallos y medianoche y un sinfín de otras particularidades propias de un país polarizado; se tenía la esperanza generalizada que, de ése nuevo comienzo, podríamos comenzar a construir un país más fraterno, de ahí que la votación de aprobación del texto constitucional mediante referéndum fue contundente.

La aprobación del nuevo texto constitucional, era el reconocimiento tácito de que el anterior contrato social había fracasado. Y es que, si bien es cierto que incluso ahora la esencia de la constitución recoge elementos republicanos y principios liberales, todos se encuentran bajo el manto del relato de lo “plurinacional comunitario”, que se supone está en contra del republicanismo y del liberalismo. Tampoco podemos negar que el nacimiento de la república de Bolivia obvio muchos principios republicanos y liberales, con el afán de reproducir el modelo colonial previo en favor de los criollos, cometiendo así el principal error de la historia del país: la negación del sujeto político más determinante de este territorio: indígenas, originarios, campesino. Este ejercicio de negación se tradujo en racismo, explotación y maltrato de mucha gente por mucho tiempo. Evidentemente, no se puede negar la realidad todo el tiempo, pues esta termina reventando en la cara y eso fue precisamente lo que pasó en 2005, con la llegada al poder del MAS a la cabeza de Evo Morales y más adelante con la aprobación de la nueva CPE en 2009.

Más allá de las oposiciones de ese entonces, el sentir popular demandaba un cambio profundo y un proceso de reconciliación nacional, pero ninguna de las dos cosas llego. Más allá del simbolismo tan importante que significó la llegada de un indígena al poder, de la nueva constitución, del proceso de cambio, a catorce años de ello podemos decir que pocas cosas han cambiado, la justicia sigue siendo la promiscua que se acomoda en favor del gobierno de turno, la corrupción se quitó la corbata y se puso pollera y de reconciliación entre bolivianos mucho menos, el discurso se quedó en una ley, pero le faltó mucha política pública de reconciliación. Y si bien en ese entonces, muchos comparaban a Morales con Mandela, lo cierto es que Evo quedó muy lejos del líder sudafricano que logró la reunificación de su país y la reconciliación entre blancos y originarios de color. Por el contrario, durante sus 15 años de gobierno, Morales sólo atizó el rencor entre ricos y pobres, entre campo y ciudad, entre indígenas y blancos, entre originarios y no originarios, pero sí bolivianos.

Entonces, si el error fundamental de los criollos fundadores de la república de Bolivia un 6 de agosto de 1825, fue negar la existencia del sujeto político más determinante del país, mediante el racismo y la discriminación materializados en el pongueaje y el latifundio, hecho que generó un caldo de cultivo que culmina su cocción en 2005 y presenta su resultado en 2009; pues, el error fundamental del masismo en el proceso constituyente y en los primeros años de gobierno del estado plurinacional de Bolivia, fue la sistemática autodestrucción de la institucionalidad plurinacional. Primero se saltaron los artículos transitorios entre constituciones, luego hicieron interpretación a gusto del texto constitucional, para finalmente pasarse por el sobaco la decisión popular manifiesta en referéndum, con el único objetivo de consolidar un proyecto política personalista en torno a Evo Morales.

Así pues, hoy por hoy nos encontramos en medio de los escombros institucionales que ha dejado aquel fallido “proceso de cambio”, el cual sucumbió ante los apetitos personales de los líderes históricos del MAS, que nos deja un país polarizado al extremo susceptible de estallar en cualquier momento. A diferencia de los primeros años del masismo, acompañados por la bonanza de los comodities, hoy la crisis económica es inminente, las reservas internacionales están en sus puntos más bajos de los últimos 20 años, y desde gobierno se apuran para aprobar una ley del oro que permita monetizar las reservas en metal, mejor dicho, están por vender las joyas de la abuela.

Mejor dicho, la situación es mala y sólo tiende a empeorar, los radicalismos de ambos bandos resultan tocarse, tanto masistas como los diversos opositores más radicales, ven al otro como un enemigo a eliminar y ahí yace la peligrosidad de la actual coyuntura. Hoy, más que nunca, urge un proceso de reconciliación entre bolivianos, de lo contrario está en riesgo la continuidad de la existencia de este territorio llamado Bolivia. Es urgente que los masistas reconozcan como bolivianos a sus opositores y viceversa, que los opositores, los diferentes tipos de opositores también reconozcan a los masistas como bolivianos. Es posible pensar diferente y vivir juntos si matarnos, pero para eso es preciso tener reglas y límites claros y por ahora eso es lo que no hay Bolivia.

Siguiendo el camino actual, sin reglas ni límites claros, el destino a llegar es uno sólo: la tragedia de los comunes y por ende la disolución del país. Por tanto, es preciso establecer un nuevo contrato social, o por lo menos renovar el compromiso social a respetar estas reglas y estos límites ya escritos y ya trazados respectivamente. Las soluciones que el país necesita deben ser democráticas y policéntricas, de lo contrario no serán soluciones.


[1] El autor es politólogo, investigador del CERES y actualmente Asambleísta Departamental de Cochabamba por la alianza SÚMATE.